Los problemas de la piel pueden ser múltiples ante la exposición al sol, al agua, al ambiente y como consecuencia de los hábitos durante el periodo estival. Proponemos una serie de consejos para mantener una relación sana con nuestra piel durante los meses de calor:
- Una visita al dermatólogo para revisar el estado de nuestra piel contribuye a la prevención primaria de enfermedades dermatológicas, al recibir información de un profesional para mejorar el cuidado de nuestra piel, y a la prevención secundaria, a través de la detección temprana de cambios en lesiones cutáneas. (Cualquier cambio en un lunar, en color, forma o tamaño siempre debe ser motivo de consulta a nuestro dermatólogo).
- Los protectores solares, nuestros aliados. Los especialistas recuerdan los beneficios del sol para la salud, como la producción de vitamina D, esencial para los huesos, y la liberación de endorfinas, lo que favorece el bienestar mental. Pero el exceso de sol aumenta el riesgo de desarrollar cáncer de piel, el tipo de cáncer más frecuente y prevenible, que afecta a 4.000 personas al año en España en el caso del melanoma -el cáncer cutáneo con peor pronóstico-, según cifras de la Academia Española de Dermatología. El uso de fotoprotectores es necesario ante cualquier exposición solar, incluso en días nublados. Elegir el fotoprotector adecuado al tipo de piel -factor mínimo 30, de amplio espectro -, extenderlo media hora antes de exponerse al sol, aplicarlo de forma periódica, (cada 3-4 horas) y evitar la exposición en las horas centrales del día, son consejos básicos para exponerse a él con sentido común. Utilizar la ropa adecuada para realizar deportes en el exterior, protegerse con sombreros y usar gafas de sol también son medidas de fotoprotección necesarias, más importantes si cabe para las personas con fototipo I (con riesgo de presentar intensas quemaduras solares y color de piel blanco-lechoso), fototipo II (con riesgo de quemarse fácilmente y color de piel claro) y fototipo III (se queman moderamente, su piel es blanca y se exponen habitualmente al sol).
- Exfoliar nuestra piel antes de dar la bienvenida al sol. La exfoliación es el proceso de eliminar las células muertas de la piel de su capa externa. Hay varios métodos para la exfoliación en el hogar. A través de un cepillo o esponja (exfoliación mecánica para el tronco y extremidades), y productos que constituyen un peelig físico es decir, aplicación de productos de limpieza con pequeñas partículas que generan una limpieza más profunda por frotamiento (más utilizados en la cara). Antes de exfoliar la piel hay que tener en cuenta su sensibilidad y si se están tomando medicamentos que pueden hacer que la piel se muestre más vulnerable, para evitar que la piel seca empeore o causar brotes de acné. La exfoliación siempre tiene que completarse con la hidratación.
- Hidratación, regla de oro. La hidratación interna, con la ingesta de agua, zumos naturales… y externa, con el uso de cremas, es el principio de obligado cumplimiento en verano para reducir los riesgos debidos a la exposición solar y las elevadas temperaturas. Podemos hidratar la piel con cremas hidratantes y productos emolientes en diferentes texturas, y realizando aplicaciones repetidas para evitar que el salitre del mar y el cloro de la piscina pasen factura (descamaciones, tirantez, rozadoras, arrugas o manchas…). Es un cuidado que podemos realizar diariamente, después de la ducha, o antes de irnos a dormir, para reparar nuestra piel.
- Comprobar la fotosensibilidad de los medicamentos. Algunos medicamentos pueden causar una reacción alérgica al sol (erupción con enrojecimiento y picazón en la piel), como el analgésico ketoprofeno o los AINE como el ibuprofeno, algunos antibióticos (especialmente tetraciclinas y sulfonamidas), diuréticos o ciertos anticonceptivos orales. Por tanto, debemos leer el prospecto del medicamento o consultar al farmacéutico o a nuestro médico y, en caso de tomar un medicamento fotosensible, no exponernos al sol.
- Combatir hongos y picaduras. Es frecuente en verano contraer en las piscinas infecciones por hongos que afectan a los pies, como el llamado pie de atleta. Debemos secar bien los pies, cambiar los calcetines y el calzado a diario, evitar andar descalzos en las piscinas y duchas públicas, hidratar los pies y realizar el tratamiento recomendado por nuestro dermatólogo en el caso de infección. Las picaduras de insectos o medusas también son enemigos de nuestra piel en verano. Aplicar geles y cremas repelentes como precaución, si viajamos a zonas donde existen muchos insectos, (ríos, pantanos, marismas…) o hay numerosas colonias de medusas (algunas playas). Lo ideal es evitar las zonas donde nos expongamos más a estas situaciones. Los tejidos gruesos pueden proteger también contra las picaduras de e insectos. Ante la mayoría de las picaduras se puede aplicar una crema con corticoide de baja potencia para disminuir el dolor y la inflamación.
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